Querido Wang Wei, me permitirás ahora una nota algo pedante. Tiene que ver con el azar, que junta mundos lejanos: a la vez estaba oyendo el parte meteorológico y leyendo un libro (hoy en día pueden hacerse estas dos cosas simultáneamente, créeme). El parte meteorológico decía que en Cataluña la sequía empieza a ser grave y que no parece que se vaya a solucionar en el futuro próximo. En el mismo instante, el libro ponía ante mis ojos:
... Inde Tarraco oppidum
et Barcilonum amoena sedes ditium,
nam pandit illic tuta portus brachia,
uuetque semper dulcibus tellus aquis.[... Después, la ciudad de Tárraco y la amena sede de los ricos habitantes de Bárcilo, pues un puerto abre allí sus brazos seguros y la tierra está siempre empapada de aguas dulces.]
Así es como describe Barcelona Rufus Festus Avienus en su Ora maritima (vv. 519-522), a fines del siglo IV d. C. Su riqueza deriva del agua del mar y el agua dulce. Como sabes, querido Wang Wei, en este mar hay cada vez menos peces y los pescadores multiplican cada año sus horas para conseguir unos pocos. Y el agua dulce que bajaba por el Rubricatum (Llobregat) y el Baetul (Besós) es un recuerdo que ya no tienen ni los hombres más ancianos. Es por todo esto y porque vivo cerca de allí, en una isla sin ríos donde ya nos bebemos el agua del mar filtrada a través unos caros y complicados ingenios llamados desaladoras, que pienso con frecuencia en los problemas obvios que se nos vienen encima. Solo era una reflexión al caer la tarde. Descansa ahora de la dura jornada que yo intentaré hacer lo mismo.
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