Podría asegurar que dos ideas vienen a la mente de cualquier porteño a quien se le pregunte por «los gatos de Buenos Aires», como hizo Tamás conmigo a propósito de los gatos de la Torre de ses Ànimes.
En primer lugar, aunque reconozca que efectivamente le preguntaban por los mamíferos cuadrúpedos de la especie de los felinos, tendrá que hacer un esfuerzo por dejar de lado el sentido vulgar de «gato» en lunfardo (nuestra jerga) y olvidar entonces a señoritas de profesión antigua o a aquellas que, aún siendo amateurs, adoptan una estética muy particular y no ocultan su marcado interés por la capacidad económica de sus posibles conquistas (quien necesite aclaraciones, diríjase a Puto el que lee. Diccionario argentino de insultos, injurias e improperios, Ed. Gente Grossa, Buenos Aires, 2006, s.v. ‘gato’).
En segundo lugar, y ya sin dobles sentidos en la cabeza, el porteño al que le pregunten por los gatos de su ciudad, pensará indefectiblemente en un lugar: el Botánico.
El Jardín Botánico de Buenos Aires, inaugurado en 1898, ocupa unas 6 o 7 manzanas del barrio de Palermo y fue diseñado por el gran paisajista francés Carlos Thays, responsable de la mayoría de las plazas y parques más característicos de Buenos Aires. Ha tenido tiempos mejores y peores, con más o menos cuidado, pero para mí siempre mantiene su encanto.
El cariño es especial, además, porque hasta los 7 años viví a tres cuadras del Botánico. Así que no puedo dejar de asociar esa parte del barrio de Palermo con los años en que era chica (¡e hija única!). Los paseos por el Botánico eran cotidianos; antes de dejarme en el jardín de infantes, mi madre me llevaba casi todos los días a jugar en la plaza con juegos que tiene en uno de sus laterales. (Las anécdotas sobre mis primeras artes en las relaciones sociales, tantas veces recordadas por la familia, prefería dejarlas bajo un manto de piadoso silencio… que cada uno imagine lo que quiera.)
Toda esta digresión personal, para dar a entender el gusto de emprender la misión fotográfica que despertó la pregunta de Tamás por «cómo andan de gatos en Buenos Aires».
Fue un día gris de comienzo del otoño y muy especial para todo el país porque despedíamos los restos de Raúl Alfonsín, el primer presidente luego de la vuelta de la democracia en 1983. Luego de participar de la despedida multitudinaria, llevamos a mis hijas de safari fotográfico por el lugar de paseos y juegos de mi infancia.
Pero hablemos de los protagonistas. No sé en qué momento el Jardín Botánico se convirtió en el reservorio de gatos que es desde que tengo memoria. Hubo tiempos de discusiones e intentos de razias asesinas, pero esos tiempos han pasado. Acabo de descubrir que hay una asociación civil que se ocupa de ellos, espero que siga activa porque la página no se actualiza desde hace tiempo (y tiene unos errores ortográficos tremebundos…). Lo cierto es que hoy en día a los gatos del Botánico se los ve limpios y lozanos. Eso sí desesperados por un poco de cariño, o quizás eso nos hacen creer cuando en realidad se nos acercan esperando comida… Pero es lo mismo, para los gatos, y más aún para los callejeros, comida y cariño van de la mano.
En la entrada por la Avenida Santa Fe, un cartel apela a la compasión de los dueños que abandonan aquí sus gatos. «No abandone sus mascotas. Ellos necesitan: abrigo, alimento, vacunas y por sobre todo, cariño y cuidados.»
Este precioso gato gris ayuda con su gesto melancólico a mostrarnos el patetismo de la situación de muchas mascotas abandonadas…
Sin embargo la mayoría de los gatos del Botánico, nacieron aquí y difícilmente se adaptarían al encierro del más cómodo de los departamentos. Alejados de sus congéneres, de los innumerables árboles, escondites y perfumes de los que aquí pueden disfrutar.
También es curioso darse cuenta de que muchos de los visitantes del Botánico recorren sus senderos no sólo buscando el solaz de la vegetación en medio de la ciudad, sino que como hicimos nosotros ese 2 de abril, andan detrás de los gatos, los fotografían, acarician y eligen a sus preferidos.
Así que para responder finalmente a la pregunta de Tamás, creo que andamos bien de gatos en Buenos Aires; somos muchos los gatoadictos, filofelinos o como se quiera llamar a quienes disfrutamos, queremos y admiramos a los gatos.
Para terminar, una sabia reflexión de uno de los últimos y mejores gatos de la historieta argentina: Felini, creado por el genial Liniers.
En primer lugar, aunque reconozca que efectivamente le preguntaban por los mamíferos cuadrúpedos de la especie de los felinos, tendrá que hacer un esfuerzo por dejar de lado el sentido vulgar de «gato» en lunfardo (nuestra jerga) y olvidar entonces a señoritas de profesión antigua o a aquellas que, aún siendo amateurs, adoptan una estética muy particular y no ocultan su marcado interés por la capacidad económica de sus posibles conquistas (quien necesite aclaraciones, diríjase a Puto el que lee. Diccionario argentino de insultos, injurias e improperios, Ed. Gente Grossa, Buenos Aires, 2006, s.v. ‘gato’).
En segundo lugar, y ya sin dobles sentidos en la cabeza, el porteño al que le pregunten por los gatos de su ciudad, pensará indefectiblemente en un lugar: el Botánico.
El Jardín Botánico de Buenos Aires, inaugurado en 1898, ocupa unas 6 o 7 manzanas del barrio de Palermo y fue diseñado por el gran paisajista francés Carlos Thays, responsable de la mayoría de las plazas y parques más característicos de Buenos Aires. Ha tenido tiempos mejores y peores, con más o menos cuidado, pero para mí siempre mantiene su encanto.
El cariño es especial, además, porque hasta los 7 años viví a tres cuadras del Botánico. Así que no puedo dejar de asociar esa parte del barrio de Palermo con los años en que era chica (¡e hija única!). Los paseos por el Botánico eran cotidianos; antes de dejarme en el jardín de infantes, mi madre me llevaba casi todos los días a jugar en la plaza con juegos que tiene en uno de sus laterales. (Las anécdotas sobre mis primeras artes en las relaciones sociales, tantas veces recordadas por la familia, prefería dejarlas bajo un manto de piadoso silencio… que cada uno imagine lo que quiera.)
Toda esta digresión personal, para dar a entender el gusto de emprender la misión fotográfica que despertó la pregunta de Tamás por «cómo andan de gatos en Buenos Aires».
Fue un día gris de comienzo del otoño y muy especial para todo el país porque despedíamos los restos de Raúl Alfonsín, el primer presidente luego de la vuelta de la democracia en 1983. Luego de participar de la despedida multitudinaria, llevamos a mis hijas de safari fotográfico por el lugar de paseos y juegos de mi infancia.
Pero hablemos de los protagonistas. No sé en qué momento el Jardín Botánico se convirtió en el reservorio de gatos que es desde que tengo memoria. Hubo tiempos de discusiones e intentos de razias asesinas, pero esos tiempos han pasado. Acabo de descubrir que hay una asociación civil que se ocupa de ellos, espero que siga activa porque la página no se actualiza desde hace tiempo (y tiene unos errores ortográficos tremebundos…). Lo cierto es que hoy en día a los gatos del Botánico se los ve limpios y lozanos. Eso sí desesperados por un poco de cariño, o quizás eso nos hacen creer cuando en realidad se nos acercan esperando comida… Pero es lo mismo, para los gatos, y más aún para los callejeros, comida y cariño van de la mano.
En la entrada por la Avenida Santa Fe, un cartel apela a la compasión de los dueños que abandonan aquí sus gatos. «No abandone sus mascotas. Ellos necesitan: abrigo, alimento, vacunas y por sobre todo, cariño y cuidados.»
Este precioso gato gris ayuda con su gesto melancólico a mostrarnos el patetismo de la situación de muchas mascotas abandonadas…
Sin embargo la mayoría de los gatos del Botánico, nacieron aquí y difícilmente se adaptarían al encierro del más cómodo de los departamentos. Alejados de sus congéneres, de los innumerables árboles, escondites y perfumes de los que aquí pueden disfrutar.
También es curioso darse cuenta de que muchos de los visitantes del Botánico recorren sus senderos no sólo buscando el solaz de la vegetación en medio de la ciudad, sino que como hicimos nosotros ese 2 de abril, andan detrás de los gatos, los fotografían, acarician y eligen a sus preferidos.
Así que para responder finalmente a la pregunta de Tamás, creo que andamos bien de gatos en Buenos Aires; somos muchos los gatoadictos, filofelinos o como se quiera llamar a quienes disfrutamos, queremos y admiramos a los gatos.
Para terminar, una sabia reflexión de uno de los últimos y mejores gatos de la historieta argentina: Felini, creado por el genial Liniers.
Se acaba de publicar un excelente post sobre el Jardín Botánico en «Le Petit Hergé» que también incluye un enlace a este nuestro post.
ResponderEliminarExcelentes pics!!
ResponderEliminarAdoro los gatos... y aquella vez que estuve viviendo en un alquiler temporario en argentina tuve la suerte de que este se econtraba justo enfrente del Jardin Botanico, con lo cual que enamordad del lugar :)
muy lindo blog
saludos!