Quien se sienta tentado –después de leer la entrada anterior– a seguir los pasos de Bram Stoker y Drácula por Bistritz y el Paso de Borgo, se encontrará, sin duda, en una situación mucho más ventajosa que la del pobre y desprevenido Jonathan Harker. No solo porque ya conoce con exactitud el tipo de amenaza le espera, sino porque podrá ir cómodamente pertrechado, tras un simple clic de ratón, de todo lo necesario para afrontar con éxito cualquiera de aquellas vicisitudes
Los equipos decimonónicos para matar vampiros, preparados para quienes viajaran desde la Costa Este de los Estados Unidos a los Cárpatos transilvanos, se pueden comprar sin más demora en eBay, y hasta en la prestigiosa casa de subastas de Sotheby’s, por entre diez y catorce mil dólares. No es poco dinero, pero el precio de la propia vida es inestimable.
El contenido de estos equipos es complejo y variado, desde los consabidos ajos, el agua bendita, las velas consagradas y el crucifijo para ahuyentar al vampiro, hasta la estaca de madera y el puñal para la solución definitiva; y se añaden también otras armas apócrifas, no documentadas en la literatura primera sobre el tema, como pistolas con balas de plata que sabemos que originalmente se usaban contra los licántropos. El rosario desempeña un papel particularmente importante, y ya fue introducido en el arsenal antivampírico del Drácula de Stoker, donde se recomienda su uso en el Hotel Rey de Hungría de Bistritz:
Unos instantes antes de que saliera, la anciana subió hasta mi cuarto y dijo, con voz nerviosa:
—¿Tiene que ir? ¡Oh!, joven señor, ¿tiene que ir?
Estaba en tal estado de excitación que pareció haber perdido la noción del poco alemán que sabía, y lo mezcló todo con otro idioma del cual yo no entendí ni una palabra. Apenas comprendí algo haciéndole numerosas preguntas. Cuando le dije que me tenía que ir inmediatamente, y que estaba comprometido en negocios importantes, preguntó otra vez:
—¿Sabe usted qué día es hoy? Le respondí que era el cuatro de mayo. Ella movió la cabeza y habló otra vez:
—¡Oh, sí! Eso ya lo sé. Eso ya lo sé, pero, ¿sabe usted qué día es hoy? Al responderle yo que no la entendía, ella continuó:
—Es la víspera del día de San Jorge. ¿No sabe usted que hoy por la noche, cuando el reloj marque la medianoche, todas las cosas demoníacas del mundo tendrán pleno poder? ¿Sabe usted adónde va y a lo que va?
Estaba en tal grado de desesperación que traté de calmarla, pero sin efecto. Finalmente, cayó de rodillas y me imploró que no fuera; que por lo menos esperara uno o dos días antes de partir. Todo aquello era bastante ridículo, pero yo no me sentí tranquilo. Sin embargo, tenía un negocio que arreglar y no podía permitir que nada se interpusiera. Por lo tanto traté de levantarla, y le dije, tan seriamente como pude, que le agradecía, pero que mi deber era imperativo y yo tenía que partir. Entonces ella se levantó y secó sus ojos, y tomando un crucifijo de su cuello me lo ofreció. Yo no sabía qué hacer, pues como fiel de la Iglesia Anglicana, me he acostumbrado a ver semejantes cosas como símbolos de idolatría, y sin embargo, me pareció descortés rechazárselo a una anciana con tan buenos propósitos y en tal estado mental. Supongo que ella pudo leer la duda en mi rostro, pues me puso el rosario alrededor del cuello, y dijo: «Por amor a su madre», y luego salió del cuarto.
Es sorprendente no encontrar aquí ningún espejo, la herramienta declaradamente más segura para reconocer a un vampiro cuando adopta apariencia humana.
Dormí sólo unas cuantas horas al ir a la cama, y sintiendo que no podía dormir más, me levanté. Colgué mi espejo de afeitar en la ventana y apenas estaba comenzando a afeitarme. De pronto, sentí una mano sobre mi hombro, y escuché la voz del conde diciéndome: «Buenos días.» Me sobresaltó, pues me maravilló que no lo hubiera visto, ya que la imagen del espejo cubría la totalidad del cuarto detrás de mí. Debido al sobresalto me corté ligeramente, pero de momento no lo noté. Habiendo contestado al saludo del conde, me volví al espejo para ver cómo me había equivocado. Esta vez no podía haber ningún error, pues el hombre estaba cerca de mí y yo podía verlo por sobre mi hombro ¡pero no había ninguna imagen de él en el espejo! Todo el cuarto detrás de mí estaba reflejado, pero no había en él señal de ningún hombre, a excepción de mí mismo. Esto era sorprendente, y, sumado a la gran cantidad de cosas raras que ya habían sucedido, comenzó a incrementar ese vago sentimiento de inquietud que siempre tengo cuando el conde está cerca. Pero en ese instante vi que la herida había sangrado ligeramente y que un hilillo de sangre bajaba por mi mentón. Deposité la navaja de afeitar, y al hacerlo me di media vuelta buscando un emplasto adhesivo. Cuando el conde vio mi cara, sus ojos relumbraron con una especie de furia demoníaca, y repentinamente se lanzó sobre mi garganta. Yo retrocedí y su mano tocó la cadena del rosario que sostenía el crucifijo. Hizo un cambio instantáneo en él, pues la furia le pasó tan rápidamente que apenas podía yo creer que jamás la hubiera sentido.
—Tenga cuidado —dijo él—, tenga cuidado de no cortarse. Es más peligroso de lo que usted cree en este país —añadió, tomando el espejo de afeitar—. Y esta maldita cosa es la que ha hecho el follón. Es una burbuja podrida de la vanidad del hombre. ¡Lejos con ella! Al decir esto abrió la pesada ventana y con un tirón de su horrible mano lanzó por ella el espejo, que se hizo añicos en las piedras del patio interior situado en el fondo.
Nos preguntamos de qué período son estos kits. La mayoría están fechados entre 1840 y 1850 en eBay, pero una entrada de BS Historian explica que esto es absolutamente imposible. El blog MondoSkepto citado por BS Historian –y por desgracia desaparecido– publicó un análisis detallado del contenido y destacó que muchos de sus componentes no podían ser anteriores al inicio del s. XX; es decir, consecuencia de la locura desatada por la publicación de la novela de Bram Stoker (1897). Por supuesto, cualquiera de estos maletines es hoy una verdadera pieza de coleccionista, pero cuando se crearon fue necesario añadirles unas cuantas décadas de antigüedad para que fueran más verosímiles.
Y la vampiromanía, obviamente, no ha muerto. En 2005 un tal Michael de Winter se enorgullecía de haber sido él el primero, en 1970, en preparar equipos tales, cosa que acabamos de ver que no es cierta y que, aún peor, es desmentida por la existencia de otros kits preparados en los años 50. Es plausible, eso sí, que de Winter haya preparado el frontispicio de un libro inexistente con el que, desde entonces, se atribuye a las instrucciones del imaginario profesor Ernst Blomberg, su supuesto autor, la fabricación de un buen número de kits presentes en el mercado. Y la industria, como se puede comprobar en unos casos y sospechar en otros, sigue siendo bien lucrativa.
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