Dejamos atrás Svaneti viajando en marshrutka (minibús) de Mestia a Tbilisi en un solo día. El viaje hace un amplio bucle abierto hacia el oeste a través de Zugdidi y el sur de Kutaisi, para alcanzar finalmente la carretera que conduce al este de la capital.
Nos despertamos temprano, y en la débil luz descendemos con mucho tiento el empinado camino de hielo desde nuestro alojamiento en la colina hasta la carretera principal de Mestia, donde el minibús nos está esperando. Somos de los primeros pasajeros, pero ya hay un hombre sentado en la parte de atrás fumando despreocupado un cigarrillo. Circulamos unas horas en la penumbra y los faros de vez en cuando iluminan una figura de pie al lado de la carretera. Si hace una señal, nos detenemos a recogerlos, o a veces el conductor solo sube a bordo sus grandes fardos colocándolos en el baúl de la parte trasera. Está claro que los mercados de Tbilisi se abastecen con estos minibuses que transportan productos locales de los rincones del país, en pequeñas cantidades.
Hacia media mañana llegamos a un cruce de caminos donde dos hombres permanecen de pie en el barro junto a algunos paquetes voluminosos y algo de equipaje. Señalan al conductor que se detenga. Suben a la marshrutka indicando su destino, Tbilisi, y se escurren por el estrecho pasillo hacia los asientos libres del fondo. Uno de ellos, un joven alto, lleva en la cabeza un típico gorro svan de fieltro gris, en forma de medio melón, con una cruz negra cosida en la coronilla. Mira a través de unas gruesas gafas y tiene un panduri en las manos.
El camino es duro, revuelto, se desliza como una serpiente nerviosa en el lodo de febrero, con el río agitado haciéndole de compañero inseparable. Acompasando las innumerables curvas y virajes, las fuerzas de la marcha tiran de los pasajeros de nuestra marshrutka inclinándolos primero a la izquierda, luego la derecha, a la manera de un péndulo invertido. Pasamos cruzando los valles pardos y verdes que se preparan para el fulgor de la primavera. A semanas de distancia se atisba su promesa enterrada bajo el lodo, las rocas húmedas y los bosques sin hojas. El conductor debe a menudo esquivar pedruscos sueltos y traidores cantos rodados que irrumpen sin avisar sobre la calzada. De vez en cuando los pasajeros estamos obligados a salir y ayudar a despejar el camino de piedras para que el viaje continúe.
Seguimos hacia abajo durante unos kilómetros por la carretera, y a cada revuelta es como si se apartara una cortina que revela una nueva escena de la montaña, cada una más espléndida que la anterior. La luz de la mañana perfila los detalles repentinos; la mancha blanca de una capa de nieve en un pico azulado, una montaña brillante, reluciente por el contraste sobre la nube gris; o el espejeo de un torrente que cae por la ladera de la montaña y da luz a las rocas negras. Ovejas y cabras, en blanco y negro, se juntan en los valles cubiertos de hierba mientras nos acercamos a las tierras bajas. Allí las vacas rojizas sestean en los pastos cercanos a los pueblos y con frecuencia irrumpen en los caminos.
De pronto, desde la parte trasera del autobús, el joven Svan deja de acariciar sin sentido su Panduri, y empieza a cantar.
Shenma survilma damlia
შენმა სურვილმა დამლია შენზე ფიქრმა და სევდამან. შორს წასვლამ, ხშირად გაყრამან გულის თვალებით ხედვამან šenma survilma damlia šenze p'ikrma da sevdaman šors č'asvlam xširad gaqraman gulis tvalebit xedvaman . | Mi deseo por ti me ha agostado, mis pensamientos no se apartan de mi angustia, y te veo solo con los ojos de mi corazón | |
ცაზედ მოდიან წერონი, მწკრივადა, ჯარის-ჯარადა ვერა ხედავთა ტივლებო, ცრემლი ჩამამდის ღვარადა cazed modian č'eroni mč'k'rivada, jaris-jarada vera xedavta t'ivlebo cremli čamamdis ǧarada . | Las grullas vuelan hacia las aguas de las llanuras de Adjara. Mis ojos, henchidos de lágrimas no volverán a ver la montaña | |
შენ ჩემს გულს ვეღარ მაიგებ, ჩემი სათქმელიც ის არის, გადამაგდე და დამკარგე როგორც ჩერქეზმა ისარი. šen čems guls veǧar maigeb čemi satkmelis is aris gadamagde da damk'arge rogorc čerkezma isari | Has perdido mi corazón, esto te digo, me apartaste y yo hui como vuela una flecha circasiana |
Aquí oímos la versión del folklorist georgiano Lela Tataraidze.
Lela Tataraidze: Shenma survilma damlia, de aquí
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