Horacio Molina y el tango


Elegancia, precisión musical y voz íntima sin estridencias, definen el modo de cantar tangos de Horacio Molina. Un tanguero bien metido en el espíritu del tango, pero que se aparta del estereotipo del malevo agresivo y demasiado “macho”.

La primera canción que registro haber escuchado por él es “Naranjo en flor”. Alejandro Dolina la pasaba con frecuencia en su programa de radio “La venganza será terrible” (una emisión de madrugada que todavía continúa en el aire). Hay timbres de voz que fascinan. La de Horacio Molina es una de ellas.

Eugenio Daneri: Estrella federal

Naranjo en Flor (1944 - tango). Música: Virgilio Expósito. Letra: Homero Expósito. Album: Ecos

Era más blanda que el agua,
que el agua blanda,
era más fresca que el río,
naranjo en flor.
Y en esa calle de estío,
calle perdida,
dejó un pedazo de vida
y se marchó…

Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento…
Perfume de naranjo en flor,
promesas vanas de un amor
que se escaparon en el viento.
Después…¿qué importa del después?
Toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado,
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.

¿Qué le habrán hecho mis manos?
¿Qué le habrán hecho
para dejarme en el pecho
tanto dolor?
Dolor de vieja arboleda,
canción de esquina
con un pedazo de vida,
naranjo en flor.

Bar en la Plaza Dorrego. Fotos de Wang Wei

Molina es admirador confeso y entusiasta de Carlos Gardel, rescata de él, además de su voz única, su modo particular de interpretar cada canción, de hacer vívidos frente nuestros ojos cada verso que va cantando. Y por supuesto, la búsqueda del tango canción al que Gardel le dio tanto impulso y que Molina recupera en nuestros días como nadie. De eso habla en estos dos videos que recorren una parte de nuestra historia musical y donde expresa sus postulados artísticos sobre cómo cree que debe interpretarse el tango.




En sus biografías se suele recordar la alcurnia familiar que para cualquier porteño se hace evidente al oír su forma de hablar (esta entrevista del 2007 recorre con minucia de conocedor esa característica de clase social, económica y formación cultural tan particular de muchas de nuestras familias). Y en su formación artística no se olvida su paso por la bossa nova y el jazz; géneros musicales que se asoman en la forma en que Molina interpreta el tango, pero sin por eso traicionarlo.



Garúa (1926 - tango). Letra: Enrique Cadicamo. Música: Aníbal Troilo. Album: Horacio Molina a pedido (2005)

Qué noche llena de hastío y de frío!
El viento trae un extraño lamento
Parece un pozo de sombras, la noche;
y yo en las sombras camino muy lento.
Mientras tanto la garúa
se acentúa con sus púas
en mi corazón…
En esta noche tan fría y tan mía
pensando siempre en lo mismo me abismo;
y por más que quiera odiarla
desecharla
y olvidarla,
la recuerdo más…

Garúa…
Solo y triste por la acera
va este corazón transido
con tristeza de tapera…
Sintiendo tu hielo
porque aquella con su olvido
hoy le ha abierto una gotera…
Perdido
como un duende que en la sombra
más la busca y más la nombra
Garúa…
Tristeza…
¡Si hasta el cielo se ha puesto a llorar!

Qué noche tan llena de frío y hastío.
No se ve a nadie cruzar por la esquina.
Sobre la calle, la hilera de focos
lustra el asfalto con luz mortecina.
Y yo voy como un descarte,
siempre solo,
siempre aparte,
recordándote…
Las gotas caen en el charco de mi alma;
sobre los huesos, calado y helado.
Y humillando este tormento
todavía pasa el viento
empujándome…


Resulta curioso darse cuenta de que el Buenos Aires retratado en las letras de los tangos suele ser la imagen de una ciudad de lluvias y en constante invierno. Como si no hubiera sol, ni árboles florecidos que alfombran las calles con colores diminutos. El Buenos Aires de los tangos rara vez parecerá tener veranos.

Así en la preciosa poesía de Cadícamo en “Niebla del Riachuelo” que aquí canta Molina en un espectáculo de tono íntimo, sólo acompañado por una guitarra. En este tango, los muelles de La Boca sobre el Riachuelo -legendario escenario de marineros- son símbolo de la melancolía. El desgarro y desasosiego me parecen especialmente bien expresados en esos versos que dicen: “nunca más su voz / nombró mi nombre junto a mí”. Donde la doble condición de la voz, que es intangible pero a la vez corpórea, unido al propio nombre, que podrá ser dicho por aquella voz, pero ya no percibido por nuestros oídos, es señal patente del alejamiento físico.


Del espectáculo Horacio Molina a pedido - 2005

Niebla del Riachuelo (1937 - tango). Música: Juan Carlos Cobian. Letra: Enrique Cadícamo

Turbio fondeadero
donde van a recalar,
barcos que en el muelle
para siempre han de quedar…
Sombras que se alargan
en la noche del dolor;
náufragos del mundo
que han perdido el corazón…
Puentes y cordajes
donde el viento
viene a aullar,
barcos carboneros
que jamás han de zarpar…
Torvo cementerio
de las naves que al morir,
sueñan sin embargo
que hacia el mar han de partir…

¡Niebla del Riachuelo!
Amarrado al recuerdo
yo sigo esperando…
¡Niebla del Riachuelo!
De ese amor, para siempre,
me vas alejando…
Nunca más volvió,
nunca más la vi,
nunca más su voz
nombró mi nombre junto a mí…
esa misma voz que dijo: "¡Adiós!".

Sueña, marinero,
con tu viejo bergantín,
bebe tus nostalgias
en el sordo cafetín…
Llueve sobre el puerto,
mientras tanto mi canción;
llueve lentamente
sobre tu desolación…
Anclas que ya nunca,
nunca más, han de levar,
bordas de lanchones
sin amarras que soltar…
Triste caravana
sin destino ni ilusión,
como un barco preso
en la botella del figón…

Fortunato Lacámera: Marina con banderita, 1940

Es propio del tango el tono elegíaco, el lamento por lo que ya no se tiene, por aquello perdido que ya no volverá. Puede ser el amor que se nos escapa, pero también el tiempo de la infancia o juventud, el barrio que ha cambiado y ya no es lo que fue. Como en este vals que habla de mi barrio, tal como nunca llegué a conocerlo.



Caserón de tejas (1941 - vals). Música: Sebastián Piana. Letra: Cátulo Castillo. Album: Horacio Molina a pedido (2005)

Barrio de Belgrano,
caserón de tejas,
¿te acordás, hermana,
de las tibias noches
sobre la vereda…?
Cuando un tren cercano
nos dejaba viejas
raras añoranzas
bajo la templanza
suave del rosal…

Todo fue tan simple,
claro como el cielo,
bueno como el cuento
que en las dulces siestas
nos contó el abuelo,
cuando en el pianito
de la sala oscura
sangraba la pura
ternura de un vals…
Revivió, revivió
en las voces dormidas del piano
y al conjunro sutil de tu mano
el faldón del abuelo vendrá…
Llámalo, llámalo,
viviremos el cuento lejano
que en aquel caserón de Belgrano,
venciendo al arcano,
nos llama mamá.
Barrio de Belgrano,
caserón de tejas,
¿dónde está el aljibe,
dónde están tus patios,
dónde están tus rejas…?
Volverás al piano,
mi hermanita vieja,
y en las melodías
vivirán los días
claros del hogar…

Tu sonrisa, hermano,
cobijó mi duelo
y como en el cuento
que en las dulces siestas
nos contó el abuelo,
tornará el pianito
de la sala oscura
o sangrar la pura
ternura del vals…

Sin embargo si la melancolía es una marca registrada del porteño, la ironía no lo es menos. Este otro tango, recomendado por mi padre, puede leerse en ese cruce entre el dolor sentido y la mueca risueña de quien se ríe de las propias desgracias. Porque ¿qué otra cosa se descubre en la voz pedigüeña de la mujer “Ay amor, si vos pudieras” y en el juego de palabras del final, “el tapado lo estoy pagando / y tu amor ya se apagó”?



Aquel tapado de armiño (Tango - 1929). Música: Enrique Delfino. Letra: Manuel Romero. Album: Ecos

Aquel tapado de armiño,
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret.
Cuando pasaste a mi lado,
prendida a aquel gigoló,
aquel tapado de armiño
¡cuánta pena me causó!

¿Te acordás?, era el momento
culminante del cariño;
me encontraba yo sin vento,
vos amabas el armiño.
Cuántas veces tiritando,
los dos junto a la vidriera,
me decías suspirando:
¡Ay, amor, si vos pudieras!
Y yo con mil sacrificios
te lo pude al fin comprar,
mangué a amigos vi usureros
y estuve un mes sin fumar.

Aquel tapado de armiño
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret.
Me resultó, al fin y al cabo,
más durable que tu amor:
el tapado lo estoy pagando
y tu amor ya se apagó.

Benito Quinquela Martín

1 comentario:

Julia dijo...

Me enteré ayer de que Horacio Molina está por sacar un disco dedicado a la obra de Alfredo Le Pera, el letrista de las mejores canciones de Gardel. Habrá que conseguirlo pronto!