Sighnaghi, a small town in Eastern Georgia, on the cliff of the Gombori Range, deep beneath us the wide plains of the Kura and Alazani rivers, across the mountains of Azerbaijan. By midnight, only a small Georgian company sits in front of the wide screen in the restaurant of the only hotel, on the day of Saint George, the patron saint of Georgia, on which I first arrived to Georgia twenty years ago. Messi kicks the second goal. A member of the company rises to toast, with an archaic clay vessel in the hand, filled to the brim. Drinks it out, and passes it to the next. “What do they drink to?” I ask of the waiter. “To the ancestors. On St. George’s night we drink to the ancestors, who died, so Georgia could live in freedom.”
Sighnaghi, una pequeña ciudad al este de Georgia, sobre el acantilado de la cordillera Gombori, abajo a lo lejos la ancha llanura de los ríos Kura y Alazani entre las montañas de Azerbaiyán. A medianoche solo queda un pequeño grupo de georgianos sentados ante la gran pantalla de plasma del restaurante del único hotel. Es el día de San Jorge, patrón del país al que llegué por vez primera hace veinte años. Messi marca el segundo gol. Un miembro de la compañía alza un anticuado vaso de barro lleno hasta los bordes. Echa un trago y lo pasa al de al lado. «¿Cuál es el brindis?», pregunto al camarero. «Es por los antepasados. En la noche de San Jorge bebemos por los antepasados, por quienes han muerto, así Georgia viviría en paz».
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