Fuera de nuestra probada afición a la literatura de emblemas, enigmas y jeroglíficos, no nos valen las alusiones artificiosas que luego ocultan un concepto simple. Con el título de la entrada, «entre perro y lobo», se señala en francés el momento impreciso del amancer, cuando
minus abnuerit noctem desisse viator,
Quam coepisse diem.
el viajero conoce que la noche acaba
pero aún no decide que comienza el día.
A principios de los 90 tradujimos estos dos versos de Silio Itálico al húngaro, cuando intuíamos que la noche iba terminando. Que el día no empezaba, que aún habría que estar veinte años –o quizá muchos más– entre perro y lobo, eso no logramos adivinarlo entonces. Aquellos dos versos, con su espantosa tierra de nadie, nos han acompañado durante todos estos años.
La poesía arábigo andaluza tiene una imagen inolvidable. Antes de saber que Emilio García Gómez le había dedicado un estudio, ya se nos había quedado en la memoria. Dice que el alba separa a los amantes cuando las joyas de la amada repentinamente se enfrían. Una de sus enunciaciones más conocidas está en los versos finales de un poema del algecireño Ibn Abi Ruh (s. XII), que cierran una noche de amor: «Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos / el frío de las joyas. / Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor». El frío crudo del alba marca el momento en que se debe iniciar una nueva vida o, más humildemente, un nuevo día. Hay algo paradójico en su enunciación. El alba, nacimiento del nuevo día, se marca con los signos del frío y de la muerte. Esta metáfora ha servido para las transiciones políticas desde una dictadura larga hasta la democracia. O hasta quién sabe qué.
Es la misma palabra, «alba», con sus vocales tan abiertas, con su profunda blancura interior y sus minutos de expectativa, sus objetos renovados y la incómoda recuperación de las siluetas, su horizonte de plata por un instante frío. En esta palabra casi nace la literatura española. Las albadas y su sensación de sueño roto, pero a la vez de conquista. Desde las jarchas y zéjeles, cantigas, villancicos, estribillos llenos de fuentes frías, ciervos, camisas tendidas al aire y abrazos apresurados o truncados, hasta el agónico «adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido» con que arranca el Cántico espiritual, o el aprovechamiento de tantas voces populares en el mejor teatro de Lope de Vega: «Si os partiéredes al alba, / quedito, pasito, amor. / No espantéis al ruiseñor». Es un mundo de amaneceres a veces felices, casi siempre rotos. Llenos de prisas, de pérdidas, y en ocasiones, pocas, de esperanzas.
Siguiendo esta línea se llega hasta aquel himno de la España aún predemocrática y, por eso, fuertemente insegura que cantaba Luis Eduardo Aute en su «Al alba».
Hoy, hablando de esta experiencia y de aquellos años entre amigos de países alejados, hemos superpuesto las simbologías políticas de la Transición española y la que se vivió en la Europa del Este.
Bastante más animoso y optimista es el poema del iraní Mehdi Akhavan Sales, y cuánto nos hubiera gustado que fuera uno de nuestros himnos –a pesar de la cierta impericia de la música (2005) y las limitaciones del clip de Soheil Nafissi–. «Qué extraña esta melodía tan suave para un poema tan duro», dice Kata. Sí, pero es como escuchar a Okudzhava con sus cuatro acordes. Y la aparición de la hermosa muchacha persa parece, por un lado, como un camuflaje, como si fuera un poema de amor; pero por otra parte, su rostro, su flamante rusari rojo, su pelo negro asomando bajo el rusari, todos sus gestos son una rebelión. Un pequeño motín que basta para que ese público alcance a ver el gran motín. Igual nos pasaba a nosotros hace treinta o cuarenta años.
P.S. Later we have translated this poem by Sales with some more detailed comments as well. You can read it here.
minus abnuerit noctem desisse viator,
Quam coepisse diem.
el viajero conoce que la noche acaba
pero aún no decide que comienza el día.
A principios de los 90 tradujimos estos dos versos de Silio Itálico al húngaro, cuando intuíamos que la noche iba terminando. Que el día no empezaba, que aún habría que estar veinte años –o quizá muchos más– entre perro y lobo, eso no logramos adivinarlo entonces. Aquellos dos versos, con su espantosa tierra de nadie, nos han acompañado durante todos estos años.
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La poesía arábigo andaluza tiene una imagen inolvidable. Antes de saber que Emilio García Gómez le había dedicado un estudio, ya se nos había quedado en la memoria. Dice que el alba separa a los amantes cuando las joyas de la amada repentinamente se enfrían. Una de sus enunciaciones más conocidas está en los versos finales de un poema del algecireño Ibn Abi Ruh (s. XII), que cierran una noche de amor: «Así pasamos la noche hasta que nos hizo separarnos / el frío de las joyas. / Y nada excitó más mi melancolía que el canto del ruiseñor». El frío crudo del alba marca el momento en que se debe iniciar una nueva vida o, más humildemente, un nuevo día. Hay algo paradójico en su enunciación. El alba, nacimiento del nuevo día, se marca con los signos del frío y de la muerte. Esta metáfora ha servido para las transiciones políticas desde una dictadura larga hasta la democracia. O hasta quién sabe qué.
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Es la misma palabra, «alba», con sus vocales tan abiertas, con su profunda blancura interior y sus minutos de expectativa, sus objetos renovados y la incómoda recuperación de las siluetas, su horizonte de plata por un instante frío. En esta palabra casi nace la literatura española. Las albadas y su sensación de sueño roto, pero a la vez de conquista. Desde las jarchas y zéjeles, cantigas, villancicos, estribillos llenos de fuentes frías, ciervos, camisas tendidas al aire y abrazos apresurados o truncados, hasta el agónico «adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido» con que arranca el Cántico espiritual, o el aprovechamiento de tantas voces populares en el mejor teatro de Lope de Vega: «Si os partiéredes al alba, / quedito, pasito, amor. / No espantéis al ruiseñor». Es un mundo de amaneceres a veces felices, casi siempre rotos. Llenos de prisas, de pérdidas, y en ocasiones, pocas, de esperanzas.
Siguiendo esta línea se llega hasta aquel himno de la España aún predemocrática y, por eso, fuertemente insegura que cantaba Luis Eduardo Aute en su «Al alba».
Hoy, hablando de esta experiencia y de aquellos años entre amigos de países alejados, hemos superpuesto las simbologías políticas de la Transición española y la que se vivió en la Europa del Este.
AL ALBA Letra y música de Luis Eduardo Aute Si te dijera, amor mío, que temo a la madrugada... No sé qué estrellas son estas que rugen como amenazas, ni sé qué sangra la luna al filo de su guadaña. Presiento que tras la noche vendrá otra noche más larga, quiero tenerte muy cerca, amor mío, al alba. Al alba, al alba, al alba, al alba, al alba, al alba, al alba, al alba. Los hijos que no tuvimos se esconden en las cloacas... Comen las últimas flores. Parece que adivinaran que el día que se avecina viene con hambre atrasada. Presiento que tras la noche... (etc) Miles de buitres callados van extendiendo sus alas... No te destroce, amor mío, esta silenciosa danza, ¡Maldito baile de muertos, pólvora de la mañana...! Presiento que tras la noche... (etc) |
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Bastante más animoso y optimista es el poema del iraní Mehdi Akhavan Sales, y cuánto nos hubiera gustado que fuera uno de nuestros himnos –a pesar de la cierta impericia de la música (2005) y las limitaciones del clip de Soheil Nafissi–. «Qué extraña esta melodía tan suave para un poema tan duro», dice Kata. Sí, pero es como escuchar a Okudzhava con sus cuatro acordes. Y la aparición de la hermosa muchacha persa parece, por un lado, como un camuflaje, como si fuera un poema de amor; pero por otra parte, su rostro, su flamante rusari rojo, su pelo negro asomando bajo el rusari, todos sus gestos son una rebelión. Un pequeño motín que basta para que ese público alcance a ver el gran motín. Igual nos pasaba a nosotros hace treinta o cuarenta años.
NOCHES Y COMETAS Letra de Mehdi Akhavan Sales Música de Soheil Nafissi De un motín contra lo oscuro habla el alba. La noche se ha ido y con la aurora habla el alba. La oveja negra deja la constelación del pastor. De los amotinados y de quienes parten habla el alba. Un óxido imperceptible ha roído el escudo de la noche, de filos agudos habla el alba. De un gris desollado de ramas en la aurora habla la antorcha del alba. De estrellas y misterios y de la noche coqueta, de lo visto y oído, habla el alba. De la multitud de estrellas hacia la oscuridad, de velos rasgados por cometas habla el alba. ¿Adónde fue el color, cómo pasó, habla el alba de rostros exangües? La poetisa del coro de la esperanza. De un motín contra lo oscuro habla el alba. | شهابها و شبها شعر مهدی اخوان ثالث موسیقی سهیل نفیسی از ظلمت رمیده خبر میدهد سحر شب رفت و با سپیده خبر میدهد سحر از اختر شبان رمه شب رمید و رفت از رفته و رمیده خبر میدهد سحر زنگار خورد جوشن شب را به نوشخند از تیغ آبدیده خبر میدهد سحر باز از حریق بیشه خاکسترین فلق آتش به جان خریده خبر میدهد سحر از غمز و ناز و انجم و از رمز و راز شب از دیده و شنیده خبر میدهد سحر بس شد شهید پرده شبها شهابها وان پردهها دریده خبر میدهد سحر آه آن پریده رنگ چه بود و چه شد کزو رنگش ز رخ پریده خبر میدهد سحر چاووشخوان قافله روشنان امید از ظلمت رمیده خبر میدهد سحر |
P.S. Later we have translated this poem by Sales with some more detailed comments as well. You can read it here.
4 comentarios:
Precioso... ¡Gracias!
Me hace pensar mucho en los 25 años que vamos a cumplir de democracia ininterrumpida en la Argentina (todo un logro para nosotros). Pero, sin embargo, cómo cuesta disipar las sombras caliginosas de la noche y cuánto más aún darnos cuenta de que ya es tiempo de estar despiertos.
25 years, if you can truly call them democracy, are much. Congratulations!
Yes, it is a painful process indeed. Sometimes I feel that in those "gray years" we were more awake in certain respect than now, in those of virtual democracy.
En castellano, por un lado, tenemos la palabra ‘alborada’, de origen latino, derivada de albus, y que María Moliner define así: «Música o composición poética para saludar al alba. Cantos y música con que, en los pueblos, festejan los mozos a las mozas al amanecer». También tiene una acepción militar: «Toque o música militar que se interpreta al amanecer».
Por otro lado tenemos la palabra ‘alborozo’, que podría parecer emparentada con la anterior, pero que es de origen arábigo, derivada de alburúz (a su vez derivada de burüz, «parada militar previa a un expedición»), que significa «extraordinario regocijo, placer o alegría» y también «extraordinario desorden».
Creo que la Transición española fue la confluencia de todos los significados de esas dos palabras de raíz tan distinta. Fue una enorme explosión de alegría y un gran estallido de la luz. Una luz tan cegadora que entonces ni podíamos imaginar la grisalla del presente.
Elsteir
Gracias por tu aportación Elsteir. Alboradas y alborozos los hubo en abundancia. También fueron años duros y, ciertamente, muchos amigos nuestros se quedaron para siempre entre perro y lobo. Me gusta mucho esa palabra, «grisalla», con la que calificas el presente. Pero hace tiempo que huimos de la idea de que «cualquiera tiempo pasado fue mejor».
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