Introducción del catálogo de la muestra Una ventana en Praga, Madrid 2009.
Ninguna de estas fotografías es espectacular, no son ninguna proeza, simplemente una especie de, cómo decirlo, ¡evidencia mágica! cercana a la exactitud de los sentimientos en Balzac o en Mizoguchi, como si fuera un hecho natural.
Toda la obra de Sudek es así: se observe a sí mismo, mire a su alrededor o a su ciudad. Vive las estaciones, respira viendo. Ahí está, sintiendo el misterio de las cosas y los momentos.
Cuando un estudiante joven me pregunta: «¿Qué es la fotografía?», respondo: «Ved a Sudek y a Diane Arbus, ¡ahí lo tenéis todo!» O, en la actualidad, a Luis Baylón o a Eric Dessert…
Uno siente la tentación de decir: ¡Sudek es LA fotografía! Calles, jardines, ventanas, objetos, paisajes panorámicos, su ciudad, su casa. Es así. No se trata de belleza. No se trata de ser moderno.
Ni de gustar. Pienso en Corot cuando decía: «No se trata de buscar sino de esperar». Pienso también en Morandi. Y en los últimos paisajes de Braque en Varengeville. No conozco la República Checa, ni tampoco Praga. Pero con las fotografías de Sudek tengo impreso en la mente el recuerdo de un lugar al que nunca he ido.
Lo mismo me pasa con Ueda y Japón. Pienso, ¿sería tan osado como para decir «ya no merece la pena ir»?
Retornemos a la fotografía: ver es una evidencia, pero el lenguaje que lleva a traducir la visión puede ser muy simple… y llenarse de trampas. (Por ejemplo, cuando los clichés se vuelven «clichés», y perdón por la reiteración.)
Los tranvías de una calle de Praga: podemos oír todo el ruido que les circunda en esa fotografía de Sudek de 1924. Su húmeda ventana, que da a la calle, respira su humedad.
Al atreverme a escribir este texto sobre un maestro, intento decir lo que pienso. Sin embargo, creo que todos los fotógrafos estarán de acuerdo: Josef Sudek es la fotografía.
Y a nosotros la admiración nos deja boquiabiertos, ¿verdad?
1 comentario:
Muy cierto! Estuve recorriendo el catálogo y sus fotos dejan con la boca abierta y un ansia en el alma, una cierta melancolía por la belleza congelada del instante (perdónenme también a mí por los clichés...)
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