Estoy sentado en una pequeña habitación, la noche cae despacio en una de mis ciudades favoritas donde sólo un puñado de personas celebrará la Pascua católica. Pero aunque la celebraran, no podrían asistir a la antigua liturgia propia de la Semana Santa desde el Miércoles de Pasión, las Tenebrae u Oficios de Tinieblas que, desde el Concilio Vaticano II han sido eliminadas, tanto que la mayoría de católicos ni ha oído hablar.
Rebusco obsesivamente en aquellas ciudades cuya población fue sustituida, cuyos siglos de historia sólo los recuerda una sinagoga en ruinas, una iglesia fortificada de la Transilvania sajona, una catedral polaca vacía. La memoria de las Tenebrae habla de la oscuridad que desciende en silencio la tarde del miércoles. Desde época gregoriana en este momento se encendían las quince velas del candelabro triangular en la iglesia oscura, con las imágenes cubiertas por paños. Entonces se entonaban quince versos cuidadosamente seleccionados de los Salmos y de los Evangelios que ilustraban, con un cúmulo de desgracias bien experimentadas en la vida de cada uno, la oscuridad del alma humana, y anunciaban la oscuridad que iba a desplegar la liturgia en los tres días siguientes. Después de cada verso se apagaba una vela, y con la decimoquinta toda la iglesia quedaba a oscuras.
• la oscuridad cayó cuando fui crucificado
• La señal con que mi amigo me traicionó fue un beso
• dijisteis que estabais ansiosos por morir por mí, y no pudisteis velar conmigo ni una hora
• uno de mis discípulos me va a entregar hoy, a pesar de que metió las manos conmigo en el mismo plato
…
• La señal con que mi amigo me traicionó fue un beso
• dijisteis que estabais ansiosos por morir por mí, y no pudisteis velar conmigo ni una hora
• uno de mis discípulos me va a entregar hoy, a pesar de que metió las manos conmigo en el mismo plato
…
Hace cincuenta años que las propias Tenebrae se apagaron; yo mismo nunca he asistido a unas en directo. Su memoria se mantiene aún en parte de la liturgia, en esta oscuridad gradual de la noche del miércoles y, también, en aquellas composiciones renacentistas entre las cuales las más conocidas deben ser las Tenebrae de Tomás Luis de Victoria, contemporáneo de santa Teresa de Ávila. Y ya que hablamos de cosas más recónditas, quiero mostraros las de Charpentier, que prefiero en la versión de Gerard Lesne. Pero mi CD de Charpentier está a cientos de kilómetros de aquí, así que os dejo la de Le Parlement de Musique, ya en la oscuridad total, sólo a la luz de la pantalla del portátil.
Marc-Antoine Charpentier (1643-1704): Tenebrae factae sunt, cantadas por Le Parlement de Musique
Tenebrae factae sunt, dum crucifixissent Jesum: et circa horam nonam exclamavit Jesus voce magna: Deus meus ut quid me dereliquisti | se hicieron las tinieblas cuando Jesús fue crucificado: y hacia la hora nona clamó Jesús con voz muy fuerte: Dios mío por qué me has abandonado |
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