Oír campanas

Un día de fines del siglo diecinueve, a las doce menos cuarto, en Roma. Hace calor.


En Santa María in Trastevere, al otro lado de la iglesia, hay un bar. Es un domingo del pasado febrero, a las diez menos cuarto, y en el bar solo hay una familia romana con dos niños pequeños que han bajado a desayunar. Zumo de naranja, olor a café. En la pared de la entrada cuelgan dos cuadros que no llaman la atención.



Marco, te recordamos.
Eras el viejo amigo,
la plaza, los rumores
de la fuente, el pacífico
sonido de las horas,
el lento, el pensativo
Marco de mirar triste,
tierno y casi perdido,
gruñidor y orgulloso,
a veces, pero digno.
Las noches de verano
eran bellas contigo.
Escuchabas la música
o dormías tranquilo.
Marco, estás con nosotros,
sigues aquí, estas vivo.

Con las campanas de Santa María,
los que no te olvidamos y quisimos
te llamaremos y veremos siempre
en el aire y la luz trasteverinos.


La imagen de aquella mañana en Roma y el poema al perro Marco que Alberti incluyó en su Roma, peligro para caminantes me han venido a la memoria al leer hoy estos versos de Ana Ajmátova, una poeta que Alberti y María Teresa León tradujeron.

Но я предупреждаю вас,
Что живу в последний раз.
Ни ласточкой, ни кленом,
Ни тростником и ни звездой,
Ни родниковою водой,
Ни колокольным звоном -
Не стану я людей смущать
И сны чужие навещать
Неутоленным стоном.
Pero yo os advierto que vivo
por última vez.
Ni como golondrina, ni como acero,
ni como junco, ni como estrella,
ni como agua que brota,
ni como sonido de campanas
turbaré a la gente,
y no visitaré los sueños de los otros
con un gemido insatisfecho.

Y cada vez que oigo sonar las campanas de las iglesias alrededor de mi casa, y dar los cuartos a la campana del reloj del ayuntamiento, pienso que en sí mismas las campanas son una pervivencia de algo que apenas existe, el eco de un mundo que se acaba o que ya acabó hace tiempo. Pienso también que el día (que llegará) en que no suenen las campanas, a mí me interesará muy poco seguir vivo.

2 comentarios:

Julia dijo...

¿Es muy obvio recordar el famoso fragmento de John Donne ("Devotions Upon Emergent Occasions")? Seguramente, sí...

"Ningún hombre es una isla completo en sí mismo.
Cada hombre es un pedazo del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio; o la casa de uno de tus amigos; o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti. "

Studiolum dijo...

un buen post sobre las mismas campanas (con la cita de Donne en el título): http://mallorcaphotoblog.wordpress.com/2010/03/03/for-whom-the-bell-tolls/