aristocracia tiene acceso a productos europeos y de los Estados Unidos.
En las pulquerías se bebe el espeso pulque destilado del magüey.
El Vaseo, un pulquería del centro
Abandonó pronto la inicial profesión de tipógrafo por la de reportero «cazanoticias» y, en cuanto cayó en sus manos una máquina de fotografiar (parece que eso fue en 1902), ya no pararía de perseguir imágenes, de revelar el flujo de la historia y —según sus palabras— convertirse en un «esclavo del momento».
Porfirio Díaz había llegado al poder con un golpe en 1876, presentándose como el único ser humano capaz de poner orden en un país violento y caótico desde que se separó de España en 1821. Desde entonces, habían ocupado el palacio presidencial más de cincuenta gobiernos, algunos casi de opereta, como los once de Santa Anna. México era, además, un país humillado por la pérdida de la mitad del territorio nacional a manos de Estados Unidos (1846-1848) y por la delirante imposición francesa del duque Maximiliano en el trono de un supuesto imperio mexicano (siempre recordaremos la extraordinaria novela de Fernando del Paso, Noticias del Imperio, 1987, que recrea esos años).
El porfiriato en el que se crio Agustín Casasola supuso una fuerte entrada de capital extranjero y, a la vez, el crecimiento insoportable de las desigualdades sociales. La injusticia se silenciaba por medio de la fuerza, aplacando con brutalidad extrema cualquier protesta (reforzó a Los Rurales, una policía semimilitar que se encargó de perseguir tanto a los bandidos que proliferaban por el país como a quienes protestaban contra el orden establecido), pactando con los caciques, desarrollando enormemente la burocracia, y también por medio del control de los medios de comunicación escrita. No por azar, William Randolph Hearst poseía en México un rancho del tamaño inimaginable de 2.500.000 acres. A la vez que creaba una estructura de comunicaciones moderna, un sistema hidráulico, etc., Porfirio Díaz enajenaba el país: Estados Unidos tenía dos tercios de la red de ferrocarriles. El 1% de la población poseía el 80% de la tierra. Con todo, la ciudad de Mexico vivía en un cierto espejismo de prosperidad fomentado por los periódicos que solo daban las buenas noticias de la clase media urbana y de los habitantes de los barrios ricos. En esos diarios colaboraban inicialmente los hermanos Casasola. Su prestigio como fotógrafos fue creciendo y pronto Agustín creó una de las primeras agencias de fotografía, la Agencia de Información Gráfica, donde llegaron a colaborar hasta 480 fotógrafos. Su lema era: «Tengo o hago la foto que usted necesite».
En efecto, México entero está en ese archivo. El 20 de noviembre de 1910 empieza el tiroteo. El moderado Francisco Madero, algo ingenuo e idealista para la tarea que iba a acometer, expulsa a Porfirio Díaz, pero apenas se mantuvo dos años en el poder, hasta que lo mandó fusilar su amigo Victoriano Huerta. Siguieron diez días de baño de sangre en la capital, la llamada «decena trágica». La Revolución se extiende luego por todo el territorio con aquellas complicaciones infinitas en su interior y entre sus líderes que conducirán a una cifra de más de un millón de muertos para un total de quince millones de habitantes. Frente a las cámaras de los Casasola desfilan Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, Pancho Villa, Emiliano Zapata... Al principio estaban más o menos unidos para derrocar a Huerta, se dedicarán luego a pelear entre ellos. Pero también coloca Casasola ante su lente a los ciudadanos anónimos que andan por la calle, en cualquiera de los bandos. La prensa de todo el mundo le pide fotos a él como testigo fiable de los hechos. Pero mientras México empezaba a sosegarse algo, Europa se metía en la carnicería de la I Gran Guerra. México estaba destrozado pero el mundo tenía ahora otras preocupaciones.
Desayunan en el famoso restaurante Sanborns, en el centro. Tuvieron
el revolucionario detalle de pagar el desayuno
También Casasola es testigo de la recuperación mexicana y de la conversión de la ciudad de México en una gran metrópoli moderna. Así, la ciudad vuelve a ser el tema preferido. Unas calles que se inundan del tráfico incontrolado de coches (20.000 automóviles por 500.000 habitantes en 1925). Hay paz, y con la paz cierta prosperidad solo amenazada por la inmigración del campo a la ciudad. La cámara de los Casasola explora ahora también la noche, se detiene en las comisarías y los juzgados, en los teatros, cabarets y rings de lucha libre, en los callejones mal iluminados.
cuando se dirigía a su casa con Tina Modotti, que fue acusada como principal sospechosa,
aunque la intervención de Rivera la exculpó y se cargó el crimen al dictador cubano
Gerardo Machado. Tina Modotti acabó en España como agitadora estalinista
y volvió a México para morir en un taxi en 1942. Los años 20 fueron
en México de cierta bohemia y glamour revolucionario. 1929
Agustín Casasola —que sin duda estaba al tanto de la evolución del arte fotográfico y tuvo que conocer también el uso combativo de la fotografía desde los ejemplos de Eugene Atget en el París de 1895, o de Jacob Riis con su How Other Half Lives (1890) en Nueva York— nunca sostuvo que su trabajo fuera arte ni tuviera algún valor de intervención social. Era la vida en el instante en que cruzaba delante de su cámara... y también un modo de ganarse él la vida. Hay que decir que la fotografía artística mexicana tiene excelentes autores desde sus orígenes hasta hoy: vimos hace poco una gran exposición restrospectiva de Graciela Itúrbide y pudimos comprobar también su fuerte deuda con el documentalismo propio del fondo Casasola.
Lila Downs, «El relámpago». Del CD: La cantina.
1 comentario:
Maravillosa colección historica. Hermoso trabajo....gracias por compartirlo.
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