Hans Memling: San. Juan Evangelista escribiendo el «Libro de las Revelaciones» en la isla de Patmos, ca. 1479. Detalle del Altar de san Juan en Brujas
El 24 de junio, la noche de verano por antonomasia, día de san Juan Bautista vimos algunas representaciones poco conocidas del santo: el Juan bicéfalo y el Juan ángel alado, este último a veces con una copa o cáliz en la mano donde flota el Niño Jesús. Hoy, festividad de san Juan Evangelista, tenemos una representación similar de este otro Juan bendiciendo una copa en la que el veneno que le iba destinado sale en forma de serpiente o dragón.
San Juan Evangelista es mejor conocido por otros tipos iconográficos más populares porque se basan en los libros del Nuevo Testamento: cuando en la Última Cena inclina la cabeza sobre el pecho de Cristo, cuando él y la Virgen velan debajo de la cruz y Cristo le confía a su madre, o cuando escribe el Apocalipsis o su Evangelio en la isla de Patmos. La fórmula iconográfica «Juan con la copa», sin embargo, carece de fuente bíblica. Este tipo proviene de una obra apócrifa del siglo II, los Hechos de Juan, donde Aristodemo, el primer sacerdote del templo de Artemisa en Éfeso, obliga al Apóstol a beber veneno. La historia tuvo éxito en la colección medieval más popular de leyendas de santos, la Leyenda áurea, del siglo XIII. Los Hechos de Juan originales la cuentan así:
«Luego que Aristodemo, que era jefe de los sacerdotes de todos aquellos ídolos, vio esto [la destrucción de muchos templos paganos de Éfeso y la conversión de 12.000 personas], lleno de un espíritu maligno agitó la sedición entre las gentes de modo que unos se dispusieron a luchar contra los otros. Y Juan se volvió hacia él y le dijo: Dime, Aristodemo, ¿qué puedo hacer para quitar el enojo de tu alma? Y Aristodemo dijo: Si quieres que crea en tu Dios, te daré a beber veneno, y si lo bebes y no mueres, me parecerá que tu Dios es el verdadero. El apóstol respondió: Cuando me des a beber veneno, si pronuncio el nombre de mi Señor, no podrá dañarme. Aristodemo dijo de nuevo: Quiero que veas cómo otros beben y mueren enseguida para que hasta tu corazón retroceda ante esta copa. [...]
Aristodemo fue entonces al procónsul y le pidió dos condenados que iban a cumplir sentencia de muerte. Y tan pronto como estuvieron en medio de la plaza del mercado, delante de todo el pueblo y a la vista del apóstol les hizo beber el veneno: y así como lo bebieron, entregaron su alma. Aristodemo luego se volvió hacia Juan y le dijo: Escúchame y deja de instigar a la gente para que se aparte de la adoración a los dioses; o toma y bebe esto para demostrar que tu Dios es todopoderoso si después de beberlo puedes permanecer sano. A continuación, el bendito Juan, mientras yacían muertos los que habían bebido el veneno, tomó la copa como un hombre valiente que a nada teme, y haciendo la señal de la cruz, habló así:
Mi Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por cuya palabra se hicieron los cielos, a quien todo lo creado está sujeto, a quien sirven las criaturas, ante quien todo poder se inclina, teme y tiembla cuando reclamamos auxilio: cuyo nombre deja inmóvil a la serpiente, hace huir al dragón, aquieta a la víbora y al sapo quita las fuerzas, aplaca al escorpión, deja vencido al basilisco, y la phalangia [araña] no daña —en una palabra, todas las cosas venenosas y las bestias feroces y los reptiles asquerosos son destruidos. Tú, digo, saca el veneno de esta ponzoña, arranca la muerte con que trabaja y prívala de la fuerza que alberga en su interior: y otorga a estas gentes reunidas ojos para que vean y oídos para que oigan y un corazón que pueda comprender tu grandeza.
Y habiendo dicho esto, persignó su boca y todo su cuerpo con la señal de la cruz y bebió cuanto había en la copa. Y después de haber bebido, dijo: Pido que aquellos por cuya causa he bebido se vuelvan a ti, Señor, y con tu iluminación reciban la salvación que está en ti. Y después de que por espacio de tres horas la gente observara que Juan permanecía con el rostro alegre, y que no había en él ni la más mínima señal de palidez ni miedo, comenzaron a gritar en alta voz: Él es el único Dios verdadero, a quien Juan adora.
Pero aún así Aristodemo no lo creía, aunque la gente se lo reclamaba: se volvió a Juan y le dijo: Una cosa me falta -– si tú en el nombre de tu Dios levantas a estos que han muerto por el veneno, mi mente se limpiará de toda duda. [...] Juan se acercó a Aristodemo y le dio su capa: [...] Ve y colócala sobre los cuerpos de los muertos, y dirás así: El Apóstol de nuestro Señor Jesucristo me ha enviado para que en su nombre podáis lavantaros de nuevo, de modo que todos sepan que la vida y la muerte son siervas de mi Señor Jesucristo. Cuando Aristodemo hubo hecho esto y vio que se levantaban, adoró a Juan».
Maestro Sarumi: San Juan Evangelista bebe la copa de veneno. Salisbury, ca. 1250 k.
Abajo: Bernardo Martorell idem, ca. 1430
Abajo: Bernardo Martorell idem, ca. 1430
Esta historia es la fuente de las típicas representaciones solitarias de san Juan Evangelista, en las que el santo, de pie, bendice una copa. Y aunque a veces no veamos serpiente alguna huyendo, hay que entender que es el momento en que disipa el veneno.
Jan van Eyck: San Juan Evangelista del Altar de Gante, 1430-32 (click para el cuadro completo)
Por otro lado, la copa también apunta a una serie de acontecimientos bastante más embarazosos de la vida de Juan, que recordaría con vergüenza incluso a la edad de cien años, en la isla de Patmos. Principalmente, cuando con su madre y su hermano Jaime fueron a pedirle a Cristo que, en la Gloria pudieran sentarse a su lado derecho e izquierdo respectivamente. «No sabéis lo que estáis pidiendo», respondió Jesús. «¿Seríais capaces de beber del cáliz que yo he de beber?» «Lo somos», respondieron. «Sí, ciertamente beberéis mi cáliz», predijo Jesús. (Mt 20: 20-23). Es el cáliz del sufrimiento del que Jesús, en su oración en el Monte de los Olivos, pide que se le aparte (Mt 26: 39-42). Así, la imagen de la copa de san Juan también sugiere que, en definitiva, el apóstol probó aquel cáliz.
Esta referencia al martirio y la pasión de Cristo aumentó de hecho la importancia visual de la copa de san Juan. Y llegó a convertirse en una especie de representación simbólica suya, como en la famosa pintura del Panel de Santa Verónica de Hans Memling (ca. 1470-1475). El panel, de tan sólo 30 cm de altura, fue probablemente un altar personal doméstico. Su anverso muestra a Verónica sosteniendo la imagen de Cristo pintada sin intervención humana, y en el reverso muestra la copa de san Juan. Ambas imágenes fueron ampliamente difundidas en la Edad Media como objetos apotropaicos. Tal vez es por eso que se representaron juntas a ambos lados de un altar doméstico; y también porque a través de la referencia a la copa de sufrimiento, ambas estaban en relación directa con la pasión de Cristo. Este panel tuvo una vida azarosa a lo largo de los siglos, incluyendo una estancia en el castillo húngaro de Rohonc. Pero justo a comienzos del 1500 estaba en posesión del veneciano Bernardo Bembo —padre del gran humanista, el cardenal Pietro Bembo—, y Piero di Cosimo pudo haber copiado allí su copa en ese momento.
La historia de la bendición pronunciada sobre la copa es el origen de la costumbre medieval de la Bendición de san Juan, cuando la gente antes de partir para un largo camino o hacia una batalla, o incluso antes de ser condenados a muerte, bebía el vino que había sido bendecido en el nombre de san Juan. La costumbre se convirtió en evento litúrgico, la consagración del vino, que aún se lleva a cabo en las iglesias católicas el día de san Juan, 27 de diciembre; y si la variedad de toxinas presentes en la actualidad en el vino adoptara forma de serpientes, se enriquecería significativamente la fauna reptiliana del planeta. La ceremonia se conoce, ya en el primer libro ritual impreso por la archidiócesis húngara de Esztergom, 1485/95, como Benedictio vini seu amoris Sancti Ioanni tertio die post Domini nativitatem, (bendición del vino, o del amor de san Juan, en el tercer día después del nacimiento del Señor). La ilustración de este libro combina hábilmente los dragones que salen del vino ponzoñoso con el dragón de siete cabezas del Apocalipsis, descrito por San Juan en el Libro de las revelaciones en la isla de Patmos.
Maestro francés: San Juan en la isla de Patmos. Principio del Evangelio de san Juan, 1490-1500. Koninklijke Bibliothek, La Haya
Y aún pervive de esta historia la costumbre de la «Copa de san Juan», o «Bendición de san Juan». Es, como se viene haciendo desde la Edad Media, sobre todo en Alemania (la Johannesminne), el último brindis antes de separarse. En húngaro: Igyuk meg a János-poharat! (¡Bebamos la copa de san Juan!). Es decir, que cualquier veneno se aleje de esta copa y de nosotros. Cosa que deseamos particularmente a todos en las próximas veladas, abundantes en tragos, y también durante todo el año nuevo.
Hans Memling: San Juan Evangelista, ca. 1479. Detalle del Altar de san Juan de Brujas
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