Nuestro mar, en noviembre

El Castillo de Bellver aún consigue dominar una ciudad que ha devorado los antiguos
barrios de El Terreno, Santa Catalina, Es Jonquet y la dársena de Can Barbarà.
La perspectiva es desde la playa de Can Perantoni. Los muros de hormigón
que cubren la costa son aquí más gruesos y más definitivos que los
que mencionamos en las
dos entradas anteriores. Su efecto
sobre las imágenes que guardamos en la
memoria es devastador.

El murete del chiringuito playero de Can Perantoni. El sol de los jubilados en un noviembre
tibio. El rosetón —uno de los mayores del mundo— sobre el ábside de la catedral
mira hacia el este. El templo cristiano se erigió sobre la antigua mezquita.

Desde Palma en media hora llegamos a Ses Covetes, al sur de la isla. Vemos la silueta
de Cabrera como un Leviatán domesticado. De su ferocidad hablamos
cada vez que la visitamos en verano.










Volvemos a Palma. Desde El Portixol podemos ver el antiguo faro de Porto Pi, que ya estaba
 en la Medina Mayurqa. A sus pies se libró, en 1229, una de las batallas más duras
de la conquista cristiana. Esta perspectiva del faro suele estar tapada siempre
por los grandes cruceros turísticos que atracan delante.

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