El viajero que, desde el sur de Polonia, cruza la frontera eslovaca por Muszynka ve cómo de golpe el paisaje cambia, como si la naturaleza misma quisiera marcar la frontera a lo largo de la cresta de los Cárpatos y por eso pintara cada lado de un color diferente, igual que en los mapas. Los contornos irregulares y los difuminados azules que sombrean las montañas polacas se sustituyen por laderas suavemente curvas y colores saturados, fuertes, la plata de los grandes campos de cereales sin cosechar, el amarillo de los cultivos de colza tachonados de amapolas rojas, el verde de los pastos de heno. En lugar del cielo nublado polaco, el contraste de unas duras nubes blancas con el azul brillante. Estamos en casa.
Landscape
El viajero que, desde el sur de Polonia, cruza la frontera eslovaca por Muszynka ve cómo de golpe el paisaje cambia, como si la naturaleza misma quisiera marcar la frontera a lo largo de la cresta de los Cárpatos y por eso pintara cada lado de un color diferente, igual que en los mapas. Los contornos irregulares y los difuminados azules que sombrean las montañas polacas se sustituyen por laderas suavemente curvas y colores saturados, fuertes, la plata de los grandes campos de cereales sin cosechar, el amarillo de los cultivos de colza tachonados de amapolas rojas, el verde de los pastos de heno. En lugar del cielo nublado polaco, el contraste de unas duras nubes blancas con el azul brillante. Estamos en casa.
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