Propaganda revolucionaria

«¡Ei! He dejado mi sotana, a pesar de todos mis parientes. Que Dios me condene si alguna vez
la recojo. ¡Ei! Que se haga cura quien así lo quiera.

Las revoluciones y las contrarrevoluciones han usado por igual la propaganda. Vale para sus fines todo tipo de textos e imágenes, y cada grupo social o ideológico, como hemos visto en otras ocasiones, los recicla de la manera que considera más eficaz.

Veamos aquí cinco grabados nacidos alrededor de la Revolución Francesa, de 1789 a 1795.


Marco Beasley, Accordone – Marcia delle truppe Sanfediste. Del CD Fra Diavolo: La musica nelle strade del Regno di Napoli (2010)
Versión contrarrevolucionaria de La Carmagnole, cantada en 1799 por los Sanfedisti, movimiento popular contrario a la República de Nápoles, que movilizó a los campesinos y los bandidos con el apoyo de la Iglesia. El movimiento se levantó en Calabria, bajo el mando del cardenal Ruffo y dio lugar a disturbios contra los franceses.

Los revolucionarios organizaron asambleas donde eran libres de decir lo que querían. Este
enigmático grabado (1790) muestra un club como escenario teatral. Los actores
representan un simulacro burlesco del régimen, sobre todo de la duplicidad
del rey (de ahí la referencia a Hechos 23 y al hipócrita sanedrín), con el
baile del rey en la cuerda floja asistido por un sacerdote (la Iglesia)
que sostiene la Constitución al revés. Los personajes que bailan en la
escena podrían ser ciertos aristócratas disfrazados. La mujer bien
vestida, tal vez Theroigne de Méricourt, dirige la orquesta con
ayuda de dos asistentes. El público, cautivado,
aguarda el desenlace.

Después de 1792, las guerras —tanto civil como externa— que siguieron
a la Revolución crearon un nuevo tipo de francés, al menos en la
propaganda revolucionaria: «La muerte a las ratas» — 
Distintos decretos revolucionarios adornan su pica.

En 1793 el diablo enfermó de un empacho de sans-culottes. Parece simbolizar una facción
moderada que había tratado de suprimir a la más radical, pero el intento fue demasiado
pesado de digerir, y más fuerte que el mismo diablo. Se da por vencido y huye a la
«Société des Frères et Amis» –Sociedad de Hermanos y Amigos–, una de las
sociedades de izquierda radical durante el reinado del terror. Al fondo,
un carro está esperando para llevar a la guillotina a los convictos
que el diablo ha devuelto en su vómito.

Tras el Terror, este grabado muestra a un jacobino, un partidario de Robespierre,
fraternizando con la Discordia ante los despojos de una aldea en llamas.

Y la última palabra la tiene esta auténtica «Guillotina Ordinaria»:
«¡Una buena ayuda para la libertad!», ciertamente.

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