En español nos resulta muy difícil decidirnos por un nombre u otro. Hoy, como ciudad ucraniana, es Lviv en el idioma del país. Los rusos la siguen llamando Lvov, y las traducciones recientes de las obras literarias que la nombran, así como en las noticias de los diarios y en otros lugares españoles se decantan por esta última forma. A nosotros nos resulta extraña esta elección. También es forzado utilizar nuestro Leópolis, aunque la Real Academia Española recomiende usar el topónimo español, si existe, antes que la forma local. ¿Cuántos hablantes de español saben dónde está Leópolis? Serán solo unos pocos más, ciertamente, quienes sepan poner el dedo sobre Lvov, o Lviv. Así pues, Lwów, el nombre polaco de la ciudad, es el que nosotros preferimos, porque es en la raíz polaca, en aquella ciudad capital de Galitzia, donde reside buena parte de los aspectos que más nos atraen y desde donde vemos mejor la perspectiva, el núcleo quimérico de una comunidad diversa e imposible. En las entradas donde la nombremos, la ciudad será, pues, Lwów, pero intentaremos mantener las denominaciones coherentes con la circunstancia histórica de que estemos tratando.
Pasé mi infancia en una fea ciudad industrial. Me llevaron allá cuando apenas tenía cuatro meses de vida y luego, durante años, me hablaron de la ciudad excepcionalmente hermosa, Lwów, que mi familia tuvo que abandonar. Así, no es extraño que contemplara los edificios y las calles reales con un conmiserativo aire de superioridad, ni que de aquella realidad tomara solo lo que resultaba absolutamente imprescindible para vivir.
Adam Zagajewski: Dos ciudades
Es sorprendente que al forzar mi memoria contra el fluir del tiempo puedo recuperar la inocencia de nombres de calles como Janow, Zmesienie, Piaski y Lackiego, que se empaparon de significados tan malos durante los años 1941 y 1942, cuando la ciudad quedó en un solo día vacía desde la calle Bernstein hasta el teatro, el Sloneczna y más allá, y luego se transformó en un barrio silencioso y muerto, con ventanas abiertas de par en par y cortinas ondeando al viento. No quedó ni un alma en los patios ni en las galerías. Solo unos pocos edificios dispersos se mantuvieron en las afueras, y después las ruinas fueron cubiertas por la hierba.
Stanisław Lem: El castillo alto
Mucho se ha escrito sobre los cafés de Lwów, y lugares como el «Café Szkocka», El «Atlas» o el «George» tienen a sus propios y devotos bardos. La historia de las posadas de Lwów ha pasado ya hace tiempo al terreno de la leyenda, una suerte de «texto de Lwów» … Los polacos, ucranianos, judíos, armenios, alemanes todos ellos rezan cada uno en su casa de oración, pero pasan el tiempo juntos en los bares: al menos allí se toleran unos a otros.
Bogusław Bakuła: Palco, carnaval, revolución
Con este mapa comenzamos la reconstrucción de la ciudad perdida: queremos averiguar mediante las fotos de los visitantes de hoy qué resta de la antigua Lwów. Empezamos en el centro histórico de la ciudad, pero enseguida desplegaremos los mapas de los suburbios e iremos incrementando paso a paso el número de fotos. Los puntos grises indican una imagen que no ha podido ser localizada con exactitud, y si un punto se vuelve posteriormente rojo significará que ha merecido una entrada individual. El repaso al estado actual se complementará con la recopilación de viejas postales, otras fotos antiguas, dibujos y memorias. No tardéis mucho en volver por aquí.
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