Vimos por primera vez el Cirku en una foto de una web italiana de urbex. Como suele ocurrir en estos webs, no había detalles, solo un pie: «Circo brutalista en Albania.» Sin embargo, no tardamos en averiguar que esta maravilla de hormigón se encuentra en la ciudad de Patos, al sur del país, cerca de las ruinas de la antigua Apolonia. Como nuestra ruta albanesa pasa ahora por la zona, decidimos detenernos.
Patos es la capital de los campos petrolíferos de Albania, situada sobre el yacimiento de Patos-Marinëz, descubierto en 1928, la mayor reserva de petróleo terrestre de Europa. Al entrar en la ciudad, pasamos junto a innumerables bombas de bombeo y enormes depósitos oxidados; el aire está impregnado de un fuerte olor a crudo.
Nada en la ciudad insinúa la presencia de este colosal circo. Por suerte habíamos explorado las calles en Google Views buscando su distintiva forma poligonal gris, y finalmente lo descubrimos escondido en una calle lateral, la Rruga Çamëria.
Allí está. Una calle que se ramifica desde la avenida principal y se bifurca después de haber recorrido unos cientos de metros; un ramal rodea en semicírculo el enorme esqueleto de hormigón armado del Cirku.
Una celosía de hormigón con grandes vanos envuelve todo el perímetro dejando ver las higueras que proliferan en su interior. La abertura circular del techo está cruzada de vigas metálicas que sostienen una cubierta en forma de estrella, plegada como un abanico. El vestíbulo de entrada está del lado de la calle superior, mientras que el lado inferior, inclinado, descansa sobre enormes pilares de hormigón.
El régimen comunista construyó el Cirku a finales de los años 80 como un proyecto para elevar la moral de la gente en medio del colapso económico y el descontento social. La importancia de Patos como ciudad petrolera y el hecho de que fuera la ciudad natal de la famosa familia circense Balla –Arnold y Artan Balla, los Balla Brothers– influyó en su ubicación. Sin embargo, el régimen terminó antes de que se acabara el edificio. El Cirku nunca abrió y décadas después sigue ahí deteriorándose poco a poco.
Recientemente, un canal de televisión albanés filmó el circo y subió el vídeo a YouTube. Visualmente es impresionante pero la narración solo está en albanés, aunque pronto se añadirán subtítulos en inglés.
Junto al circo se encuentra otro edificio monumental rectangular, con el nivel superior en un voladizo sostenido por pilares de hormigón. Al parecer está vinculado al Cirku. Desde los peldaños de la escalera exterior puede verse el club de mayores que aloja en su interior. Los hombres que juegan al ajedrez y al dominó nos saludan cordialmente aunque no podemos entrar; la entrada está en el lado opuesto.
Una mujer rubia sube desde el piso inferior, presentándose como la directora del club juvenil que funciona allí. Explica que durante el auge petrolero socialista este edificio era el centro cultural de la ciudad: un gran auditorio y cine, biblioteca, salas de club y talleres. Patos era un centro intelectual que atraía ingenieros («incluso ingenieros rusos y polacos vivían aquí…») y maestros, fomentando una vida cultural vibrante.
Luego, con la decadencia del socialismo, el bullicio cultural de la ciudad disminuyó. La industria petrolera se vendió a extranjeros y la mayoría de los intelectuales locales desaparecieron. La mitad del centro cultural, incluida la biblioteca, se privatizó; se desconoce el destino de sus libros. La directora y algunos colegas ahora gestionan talleres para los niños locales con dedicación. Nos invita a dar una vuelta: sala de dibujo, música, danza y costura. «Asisten unos cincuenta niños. Acabamos de actuar en el escenario principal», dice, mostrándonos la foto de unos bailarines en trajes tradicionales.
El escenario principal se abre desde el lado opuesto, requiriendo subir dos pisos. Las paredes están cubiertas de paneles fotográficos nostálgicos que documentan la industria petrolera y la vida cultural asociada. Los colegas sonríen y nos dan la mano, sinceramente felices de ver visitantes.
El escenario en sí es un cine que alguna vez fue grandioso, con un área de actuación enorme y cortinas superpuestas que crean profundidad. El cine ya no funciona.
Desde el techo miramos hacia abajo, al Cirku y al patio interior con su fuente de hormigón, seca, y unos bancos: es el patio del club de mayores.
Aquí nos alcanza el fotógrafo municipal preguntando si puede tomar una foto grupal para la publicación de la ciudad, ya que tan pocos forasteros visitan Patos por curiosidad.
De regreso al centro cultural, espiamos un aula donde los niños aprenden canciones populares albanesas por parte de los antiguos trabajadores del petróleo. Un niño recita la letra de una balada mientras los mayores tararean el estribillo.
Los niños están bajo la tutela de una enérgica maestra, con ese aire de perro pastor que recuerda a nuestros queridos maestros de primaria. Dirige a los niños para dedicarnos una canción de bienvenida, orgullosa, discretamente, de su actuación. Cuando voy a fotografiarlos empuja a los niños hacia adelante y sale del foco.
Felicitamos a la maestra y a la directora por su increíble trabajo con los niños de esta olvidada ciudad petrolera. Es evidente cuánto significa para ellos este cuidado. Si estos niños alguna vez logran salir de este entorno, será en gran medida gracias a estos mentores.
Nos vamos felices con lo que hemos visto. Vinimos a presenciar la decadencia y, en cambio, encontramos vida.
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