El enigma de Verdemar

Verdemar… un lamento desesperado, llorado sobre su cadáver, sobre un regreso soñado pero nunca cumplido. El tango de Di Sarli, de 1943, con letra de Contursi, es uno de los clásicos más desgarrados de la Edad de Oro. Clásico, y también uno de los más misteriosos.

Verdemar, el tinte verde y azul del agua marina, el turquesa, es un apodo insólito para una chica. ¿Fue alguien real? ¿Cómo murió? El otro color extraño que hay en los versos, el amarillo de las manos, ¿es un síntoma médico, un juego de indicios? ¿Ictericia?

El Señor del Tango, Carlos Di Sarli, fue también cruelmente conocido como «El Tuerto» en Buenos Aires, donde sus contemporáneos lo consideraban un yeta (un gafe) por aquellas oscuras gafas de sol que ocultaban el ojo superviviente y la ausencia del otro, perdido en la infancia por un accidente con un arma de fuego. Curiosamente, Verdemar lo dedicó a su querido amigo, un distinguido oftalmólogo, el Dr. Ernesto Bernasconi Cramer… Y la letra, como si se dirigiera a un oculista, habla de «pupilas» en vez de unos más corrientes «ojos». ¿Es indicio de una historia verdadera? ¿Podría el camino blanco recorrido por este espíritu anhelante conducir hasta la real Bahía Blanca, ciudad natal de Di Sarli? Nunca pudimos averiguarlo.



Orquesta Carlos Di Sarli, canta Roberto Rufino


Orquesta Carlos Di Sarli, canta Oscar Serpa


Orquesta Miguel Caló, canta Raúl Iriarte

Verdemar… Verdemar…
Se llenaron de silencio tus pupilas.
Te perdí, Verdemar.
Tus manos amarillas, tus labios sin color
y el frío de la noche sobre tu corazón.
Faltas tú, ya no estás,
se apagaron tus pupilas, Verdemar.

Te encontré sin pensarlo y alegré mis días,
olvidando la angustia de las horas mías.
Pero luego la vida se ensañó contigo
y en tus labios mis besos se morían de frío.
Y ahora… ¿qué rumbo tomaré?
Caminos sin aurora me pierden otra vez.

Volverás, Verdemar…
Es el alma que presiente tu retorno.
Llegarás, llegarás…
Por un camino blanco tu espíritu vendrá
Buscando mi cansancio y aquí me encontrarás.
Faltas tú… Ya no estás…
Se apagaron tus pupilas, Verdemar.

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